Fue el primero de Julio cuando iba camino al juzgado, mi cita era a las 9
de la mañana y mi multa variaba entre los 10 y 20 mil pesos; la razón: “desorden público”. Hace tiempo ya que
en nuestro país se le considera desorden a reclamar las condiciones de vida que queremos. En mi caso, simplemente preguntaba
por qué seguir privatizando la educación.
Caminando me disponía a inyectar algo de música en mi cuerpo y fue justamente en
ese instante cuando vi al pequeño cachorro ser lanzado desde una camioneta. Mi corazón se aceleró con los aullidos de dolor
que daba el pobre perrito… En cambio, el suyo se calmó con sólo mirarme. El panorama se complicaba, aquel perrito tenía
una fractura expuesta, y yo estaba 20 minutos atrasada.
Lo tuve en mis brazos unos dos minutos y me decidí a ir a dejarlo a mi departamento,
le tapé la herida (que no sangraba) lo dejé en mi cama y partí a sacarme el “cacho” con la ley.
Ya era mediodía y yo me encontraba con Horacio en la calle (ese fue el primer y único nombre que se vino a mi cabeza
en cosa de segundos). Busqué por las calles de Ñuñoa un veterinario que quisiera salvar a Horacio por 23 mil pesos (que era
el único capital que tenía a mano), y lo encontré.
La patita de Horacio no tenía remedio y debió ser amputad. A pesar de su débil
salud y sus 2 meses de vida, sobrevivió.
La llegada de Horacio al departamento fue algo mágico para mí y mis hermanas, nuestra
misión era regalarlo, mas, al pasar de los días sólo queríamos que fuera nuestro. Pensando en él y en su llegada a nuestras
vidas calculamos que su cumpleaños sería el primero de Mayo, día del trabajador. Comenzamos a cuestionar su nombre, llegando
al origen de éste en nuestra existencia... Horacio para nosotras era sólo uno en nuestras vidas, mi abuelo. Mi abuelo Horacio Cepeda Marinkovic era un trabajador y amigo de los trabajadores. Era un hombre de fuertes convicciones marxistas que siempre durante toda
su vida se dedicó a sembrar justicia y a educar en cualquier momento oportuno a cualquier persona que lo ameritara.
Es una víctima más de la dictadura militar, un desaparecido; alguien que está y
no está, con hijas que no pueden llamarse huérfanas y una bella esposa que no puede ser una viuda.
El día que me encontré con Horacio, quizás no fue más que un auxilio de mi abuelo,
una señal de realidades que al estar tan cubiertas olvidamos desmantelar. Horacio fue arrojado desde una camioneta justamente
como deben haber lanzado el cuerpo de mi abuelo desde un avión al mar, o de un auto a una quebrada... no lo sé. Aunque suene increíble, ya 29 años transcurridos y nadie de los que lo aman (que por cierto son muchos) sabe donde puede estar.
A veces, las cotidianidades no son mera coincidencia, es como si todo, de algún
modo tuviera un por qué.
A Horacio lo encontré un primero de
Julio cuando iba al juzgado por un intento de hacer justicia, Horacio fue arrojado y pudo haber sido un desaparecido; esos
que están pero no existen, sin embargo, yo lo encontré... fui cómplice de su
cruel abandono..... lo acogí y lo di a conocer como Horacio, un aparecido.
Un aporte
de Amanda Fernández Cepeda para Magazine Cultural Participativo
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© Amanda Fernández Cepeda
Magazine Cultural Participativo se tomó la
libertad de indicar un link donde una de las hijas de Horacio Cepeda M., Antonia, escribió sobre él también. Haz click aquí.